No puedo ocultar que una de mis pasiones en la gastroenterología, es la consulta de las enfermedades hepáticas. Creo que el amor por el hígado se debe a que siempre supe que es la parte más «difícil» de la gastroenterología y siempre me encantaron los retos. Mi maestro el Dr. Alfredo Martén Obando (qdDg), era uno de los primeros hepatólogos de Costa Rica y me mostró su pasión por el hígado. Cuando falleció, me tocó encargarme de la consulta de hígado del Dr. Martén en el Hospital México, durante mi último año de la especialización.
Posteriormente llegué al Hospital San Rafael de Alajuela inicié la consulta especializada de hígado y enfermedad inflamatoria intestinal. Fui el único encargado de esa consulta desde el año 2005 hasta el 2011, en que salí de la institución. Me encariñé con mis pacientes y aprendí a amar el hígado, es realmente un área donde hay que analizar cada caso de forma individual, darle seguimiento especial y se observan los resultados.
La consulta se daba en la clínica Marcial Rodríguez de Alajuela (aunque pertenecía al HSRA), y ya se sabía que el miércoles en la tarde había que pagar una hora extra a la secretaria que estuviera, porque el Dr. Navarro nunca lograba salir a tiempo (a las 4 pm). Por cierto, a mí nunca me pagaron el tiempo extra (al final era mi culpa, porque yo era el que quería escuchar a mis pacientes y me recargaba con las emergencias).
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Lo más común es el atender pacientes con enfermedad hepática crónica conocida como cirrosis. Dado que la cirrosis es crónica, estos pacientes deben venir regularmente a consulta y se convierten en grandes amigos y trato de estar para ellos en todo momento.
Las enfermedades hepáticas abarcan un gran espectro, ejemplos son:
Los pacientes con enfermedad hepática crónica requieren un seguimiento estricto. Para ello se ocupan muchos recursos de apoyo como ultrasonido, exámenes de sangre, gastroscopía y en ocasiones estudios más complejos como FibroScan, TAC o Resonancia Magnética.
Lo primero con la enfermedad hepática crónica, es averiguar la causa, esto porque dependiendo de la enfermedad de fondo, así será el tratamiento. En la mayoría de ellas se puede hacer una intervención pero para hacerla se ocupa identificar adecuadamente. Los pacientes con enfermedad por alcohol, pueden dejar de consumir alcohol; los de hígado graso no alcohólico, pueden bajar de peso y controlar bien su diabetes (si la padecen); la enfermedad de Wilson tiene tratamientos específicos que hacen que no se acumule más cobre en el cuerpo; hay antivirales para las hepatitis B y C; y la hepatitis autoinmune, se puede tratar con inmunoreguladores.
Suele empezar en las primeras décadas de la vida y en muchos casos atenúa o desaparece al avanzar en edad.
La consulta de hígado de los enfermos crónicos debe ser al menos cada 6 meses. Todos estos pacientes tienen un riesgo aumentado de cáncer de hígado, por ende hay necesidad de hacer un ultrasonido y un marcador tumoral, de forma semestral, para detectar esta complicación a tiempo, para que sea tratada exitosamente.
En estos pacientes crónicos también se deben realizar gastroscopías con regularidad, para detectar a tiempo la formación de várices esofágicas. Si hay várices se debe valorar si se dará solo tratamiento preventivo oral o si se iniciará un programa preventivo de ligadura de várices. Esta última opción es la que personalmente prefiero, porque me parece la más segura para mis pacientes.
Los pacientes con hígado graso sin enfermedad crónica, serán estimulados para iniciar una pérdida de peso, que les ayudará bastante en su enfermedad. Si todo está estable ellos pueden llevar un control anual en lugar de semestral.
Complicaciones posteriores, como ascitis (líquido en el abdomen) o encefalopatía hepática (intoxicación mental por la cirrosis), deben ser seguidas y controladas estrictamente, probablemente requieran de un seguimiento más estricto y frecuente que cada 6 meses.
En conclusión, el manejo de la enfermedad del hígado tiene dos componentes importantes: primero, el detectar la causa de la enfermedad; y luego, el dar una seguimiento adecuado, para prevenir complicaciones y retrasar la evolución de la enfermedad.